martes, 27 de junio de 2017

Castuera y la felicidad de un ascenso

   Cuando el pasado domingo,a eso de las 21:00 horas, el colegiado decretó el final del Calahorra-Badajoz, las emociones se dispararon. Los pacenses volvían al bronce y el Castuera retornaba a la tercera división. A nivel aficionado, una alegría inmensa, pero hay un punto emocional que va más allá de la felicidad deportiva, y ese no es otro que el ver la locura desbordada de una persona muy cercana y la cual ha sufrido mucho en este mes.
   También hay un hecho que me sorprendió especialmente tras lo sucedido el pasado domingo. Compañeros y amigos de distintos medios madrileños, ya sea a través de whatsapps o llamadas directas, se abonaban al corazón blanco y rojo para felicitarme por el ascenso del Castuera. 'Joder, pues si que he sido cansino', un pensamiento entrelazado con la fortuna del alto nivel humano que he conocido en este tiempo.
   La cuestión es que un mes después del varapalo de Aceuchal, el Castuera consigue volver a la categoría que se merece. Comentaba recientemente el presidente Pedro Tena en los micrófonos de Canal Extremadura, que 'en ilusión nadie está por encima de esta Junta Directiva'. Lo cierto es que es complicado ver a estos niveles un grupo humano que ponga tanta pasión en algo, por eso cuando alguien pone en tela de juicio los méritos del ascenso -al no ser por la vía directa-, que menos que una risa floja sea la reacción más coherente. 
   Sigo pensando que para una localidad de 6.500 habitantes como es Castuera, las cosas se intensifican demasiado, para lo bueno y para lo malo. Sobre todo cuando se trata de fútbol. Bueno porque, por ejemplo, no es normal ver 2.000 personas en un recinto deportivo, y malo porque hay un ejército de cuchillos afilados que no da tregua los 365 días del año. Ojo, que esto último es una opinión personal. Lo que para uno puede ser algo exagerado, para otros es algo rutinario cuando se trata de fútbol.
   Lo que sí me hace especial ilusión de lo sucedido a lo largo de este tiempo, es la manera en la que se ha potenciado el sentimiento de pertenencia al equipo 'del pueblo'. Suena a copia de manual del buen 'cholista', pero no, animar y querer al equipo de tu 'pueblo,pueblo' de verdad, lejos de fichajes astronómicos e ídolos que llevan ferraris. Creo, sinceramente, que todo esto humaniza al aficionado y, por ende, al fútbol.
   Uno no puede mandar en los sentimientos deportivos del hincha, ni poder querer vivir con más intensidad un ascenso del Castuera que una Copa de Europa del Real Madrid. Los sentimientos de uno son infranqueables, al fin y al cabo, ahí radica la magia de este deporte, generador de emociones al que muy pocas cosas puede llegar. 
   Tan infranqueables como la gloria vivida estos días. Ruano y Joaqui Flores quisieron poner a Badajoz en el escalafón deportivo que se merece, y ya de paso, se colocaron una invisible capa de color rojo y blanco para que, en una localidad a 157 kilómetros de la pacense, se festejaran sus goles como si fueran propios. Eso y, claro está, el duende de 'José Pedro en Calahorra', el cual trajo suerte.
   Emoción, alegría, y final feliz. Lo merecen, lo merecemos, a disfrutar.

   

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