Aquí uno que les escribe ha vivido abrazado a ella toda la vida. Recuerdo cómo si fuera ayer aquellos años de infancia en los que jugábamos torneos de fútbol entre las distintas calles de Castuera.Mientras unos se "picaban" por ver quién iba a ser el ganador final, un servidor se sacrificaba junto con un grupo de "tuercebotas" por no encajar más de veinte goles en el próximo partido. Pese a los esfuerzos, una y otra vez éramos ridiculizados y humillados. Las mofas se convirtieron en rutina y las goleadas formaban parte de nuestro día a día.
Cada varapalo era una excusa más para estar más horas jugando en el colegio. Cuanto mayor era la humillación, mayor era el esfuerzo invertido por no volver a caer de forma tan sonrojante. Si este texto llega a ojos de esos "tuercebotas", seguro que se identifican en un 200%.
Los años pasaban y aunque las derrotas seguían y seguían, ese grupo empezaba a competir, hasta que un día llegó la primera victoria. Habían pasado cuatro años desde nuestro primer partido, y nuestro balance podría ser próximo a las cero victorias y cincuenta derrotas. Recuerdo cómo si fuera ayer aquella tarde de Agosto.
Sinceramente, dudo mucho que haya vuelto a experimentar desde entonces una sensación más próxima a la felicidad. Esa victoria era mucho más que el simple hecho de salir vencedor. Era el resultado de tantas y tantas horas invertidas para poder llegar a ella. Esa victoria era el comienzo del cambio a la hora de rivalizar con el resto de calles. Y aunque las derrotas siguieron sucediéndose, los resultados dejaron de ser tan calamitosos.
Sin darse cuenta, un grupo de "chavales" estaba aprendiendo una serie de códigos que le acompañarían para el resto de sus días. Incluso años después, muy a la larga, esos "tuercebotas" llegaron a conseguir el mayor entorchado a nivel local.
Evidentemente, cuando irrumpes un desafío, el principal objetivo es obtener la victoria. Ya sea jugando al parchís o abordando a esa chica que tanto te gusta, el principal objetivo ha de ser la victoria final.
Sin embargo, buena parte de las veces nos encontramos con resultado adverso. Y es que es imposible que nos salga siempre todo cómo deseamos. De ser así ¡Vaya aburrimiento!.
Detrás de cada derrota hay una lección que aprender. Ni nada ni nadie puede hacernos sentir mal si detrás de esa derrota se ha dado lo máximo que esta al alcance de uno.
Y es que pensándolo bien, no hay objetivo más hermoso que el de"sudar la camiseta". En el deporte y en la vida.
Yo sobre todo recuerdo los zapatos que deje por el camino...
ResponderEliminarTodos los dias jugando en el recreo, en el patio de la escuela...
La mitad del campo embarrado...
Y allí donde nadie se atrevía a entrar...
Allí estaban mis zapatos...
Mi madre no sabía que hacer conmigo...
Ni con mis zapatos...
jajajaja...
Eso si...
Había veces que cuando centraba desde el corner...
Detrás del balón...
Muchas veces iba el zapato....
jajajaja....