No me gusta.
No me gusta nada al punto donde ha
llegado el deporte rey a día de hoy. Un argumento valorado de puertas para
adentro, es decir, ciñéndome únicamente a la situación del fútbol español.
Aunque es cierto que no solo en territorio nacional se está viviendo está
situación de depresión futbolística
. Es triste observar las gradas semi-desiertas de un templo del fútbol cómo es San Siro cuando Milán o Inter hacen gala
de su condición de local – su caótica situación tampoco invita a ir al campo -
, cómo chirriante es también la dudosa
credibilidad que, a día de hoy, posee el máximo organismo de este deporte.
Pero vayamos
a lo nuestro, que al fin y al cabo es lo que vivimos de cerca y que, pese a
todo, sigue siendo uno de los mayores provocadores de una incipiente fuga de
cerebros. Reconozco que me he vuelto un tanto clasista con el paso de los años
a la hora de analizar la situación del fútbol español. Irrupciones de mesías que desembocan en nuestro país bajo la etiqueta
de salvadores empiezan a convertirse en algo habitual. Tiburones que
aprovechan el tirón del fútbol para expandir sus negocios por el continente
europeo. El hincha, cansado de mentiras y falsedades de sus dirigentes, reciben
a estos salvadores con los brazos abiertos, con la ilusión de que esos años
pasados de agonías y desencantos desemboquen en un final feliz para el club de
sus amores.
Son las
consecuencias de enfocar todo lo que rodea a este deporte hacía un fin. Y ese fin se llama negocio. Las
necesidades van creciendo a medida que el fútbol se encamina más y más hacía
ese modelo. Los clubes, ahogados en su
desesperante situación de endeudamiento, se ven obligados a tomar medidas
impopulares en aras de no ser absorbidos por el ciclón.
Es ahí
cuando me niego rotundamente a aceptar aquello de que tenemos la mejor liga del
mundo. Mentiría si dijera que no me congratula ver a Messi, Neymar, Cristiano Ronaldo, Bale o Arda Turam jugando en
nuestro fútbol. Dicho esto, pienso humildemente que el mismo derecho tiene a
disfrutar de estas estrellas tanto el que puede pagarse un abono de la
temporada para ir al Bernabéu, cómo el que anhela con pisarlo alguna vez y no
puede.
Hay días de
partido que cuando uno se pasea por los aledaños del feudo madridista tiene
dudas de estar en el Paseo de la
Castellana o en el Suzuki Stadium.
Chinos, japoneses, guiris, cataríes y un sinfín de nacionalidades de
diversa índole se dan cita en las proximidades del estadio para disfrutar del
pack completo que ofrece el Real Madrid.
Una visita guiada por el tour del Bernabéu que acaba desembocando,
curiosamente, en la tienda oficial para poner punto y final a una experiencia
de ensueño. A renglón seguido, comienza el partido del Real. Noventa minutos
para disfrutar de toda la magia y el embrujo del estadio Santiago Bernabéu.
Sin duda, el fin de semana en Madrid va a ser
rentable. Y si quieres más, puedes acercarte el domingo por la mañana al Palacio de los Deportes para ver al
equipo de baloncesto.
Pura
parafernalia enfocada para aquellas personas que pueden permitirse ese tipo de
licencias. Y en el otro lado, los soñadores. Los que desean con todas sus
fuerzas gritar un gol de Cristiano dentro del Estadio. Aquellos que gozarían de
la más absoluta felicidad si pueden tocar de cerca la décima. Harían lo que
fuera por estar presentes en el estadio,
alentando a sus jugadores en unas semifinales de Copa de Europa frente al
Bayern de Munich. Es decir, esas personas para las que no está enfocada el
mundo del fútbol a día de hoy.
Me comentaba
recientemente un amigo que el haber
estado presente en el Real Madrid – Celta de Vigo había sido una de las mejores
experiencias de su vida. También decía que, cómo tenía dudas de cuando
volvería a darse de nuevo la ocasión, aprovechó para hacer el Tour y comprar algunos artículos de la tienda
oficial. Era inevitable su rostro de emoción. Cómo fue el de un servidor cuando
presenció “in situ” el Real Madrid –
Deportivo de la Coruña de la Supercopa de España. Todas las primeras veces permanecen por siempre en el recuerdo.
Desgraciadamente,
el fútbol se ha desmarcado de las clases sociales. Una oferta de ocio y entretenimiento al alcance de los bolsillos más generosos.
Equipos cómo el Real Madrid o el Barcelona ven en este modelo el clímax
de explotación de su marca. Son tantos los aficionados a uno y otro equipo que
los desproporcionados precios no se van a ver resentidos en el colorido del
ambiente cuando hay días de partido. Y en el otro lado, clubes cómo Getafe, Almería, Levante etc….víctimas
de este modelo, resentidos sobremanera en la presencia de aficionados en las gradas.
Es una senda
de difícil retorno. El fútbol ha tomado un camino oscuro, alejado del hincha de
a pie. Si a eso le añadimos las disputas entre Tebas y Villar, la carencia de sentido en algunas medidas tomadas
recientemente en cuanto a la violencia en los campos de fútbol, o la sombra de
la duda emergente acerca del amaño de partidos, podemos llegar a la conclusión
de que, hoy por hoy, estamos alejados de
ser una liga ejemplar, ni mucho menos la mejor del mundo. Por mucho Messi,
Neymar, Cristiano Ronaldo, Bale o Arda Turam que haya.
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