martes, 28 de abril de 2015

Enemigo del otro fútbol

Que el fútbol es mucho más que un deporte de once contra once es una realidad ya asumida por tod@s. La repercusión de todo lo que trasciende al juego es tal, que  más de uno lo utiliza como símbolo de hermanamiento o de odio absoluto. Todo esto en función de si simpatizas o no con los colores de la persona en cuestión.

Hasta aquí todo normal, dentro de lo costoso que es asumir que alguien odie a otro por el hecho de simpatizar con clubes distintos. Es una realidad tan cierta cómo mediocre, hasta que terminas entendiendo que todas las grandes pasiones acaban desembocando en actitudes de este calibre.

Desgraciadamente, son muchas las connotaciones que rodean al deporte del rey, y no me refiero a la desgracia como una soportable sucesión de derrotas. Al fin y al cabo, hasta el mayor de los acérrimos ha salido ileso de un descenso de su equipo o de un duro varapalo en manos del eterno rival. Dicen que “el fútbol es la cosa más importante de las menos importantes”, y todavía no he encontrado mejor frase para definir el sentimiento que genera este deporte.

Dicho esto, creo que la famosa frase que empleó en su momento Arrigo Sacchi, tiene cada día menos veracidad, y es que a día de hoy – al menos en España - , el fútbol es el mejor reflejo de la putrefacta sociedad que, entre todos, nos hemos encargado de crear.

A bote pronto, podría poner miles de ejemplos que clarifican esta afirmación, pero mi fuerza sobre la misma se centra en hechos presentes, y esos hechos pasan concretamente por lo acontecido el pasado domingo en el estadio Juegos Mediterráneos de Almería. Lo sucedido en la sala de prensa del conjunto andaluz es un canto a la intolerancia y un pulso a la pluralidad.

Tan cierto es esto como que el problema podría haberse evitado con el solo uso del castellano en comparecencias de clubes vascos, catalanes, gallegos o valencianos. Una lengua uniforme que da alcance y cobertura para satisfacer la inmediatez informativa de los distintos medios. Pero una vez llegados a este punto, y aceptado el hecho de la pluralidad lingüística en las salas de prensa, lo acontecido en el estadio Juegos Mediterráneos es poco menos que bochornoso.

Y uso términos como bochorno porque lo sucedido va mucho más allá. No es solo la incapacidad de los periodistas de Almería en la recepción del mensaje de Garitano. La actuación de estos, es el sentimiento de unos muchos que no terminan de aceptar el desmarque de algunas Comunidades Autónomas en su vinculación a la patria.

De nuevo el fútbol sí. Una vez más, vuelve a ser el deporte de las pasiones desenfrenadas el que destapa las caretas de los más proclives a la rojigualda. Un caso que volverá a repetirse el 30 de Mayo, pero esta vez desde la otra perspectiva. No les quepa ni la más mínima duda de que en el momento en que salten Barcelona y Athletic de Bilbao al Camp Nou, el coliseo blaugrana será un estruendo contra el himno nacional. Un himno, por cierto, que es principal exponente y representante del nombre que da lustre a la competición. Tan deleznable es torpedear una rueda de prensa en euskera como pitar un himno por falta de identificación hacía el mismo. Da la sensación de que algunos no terminan de asumir que esto ya no se llama Copa de Ferias.


Seguramente, este mensaje no vaya a llegar a muchos receptores, pero si hay alguno al qué le haya tocado la fibra sensible tras leer estas líneas, le digo algo que, seguramente, piensan otros tantos que ven el fútbol como cultura de ocio. Sobrais. De verdad, sobrais. Aquel que no es capaz de ver este deporte por el mero hecho de disfrute del mismo, poca o ninguna cabida tiene en este circo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario